EL ALELUYA

 

Esta aclamación inicia el ritual de la proclamación del Evangelio. Aleluya es una palabra hebrea (Halelu-Yah) que ha pasado sin traducir a todas las liturgias y significa “alabad a Yahvé”. Es una invitación a la alabanza y expresión de júbilo. Con ella, la asamblea de los fieles recibe y saluda al Señor que va a hablarles, le glorifica y festeja en la Palabra que se dispone a escuchar y cuya acogida manifiesta de antemano con el saludo respetuoso y gozoso que dirige al Señor de esa Palabra. Porque le reconoce presente en esa proclamación que va a hacerse del Evangelio, la asamblea se pone de pie y canta a Jesucristo con esa aclamación de homenaje y júbilo que es el Aleluya.

 

La expresión del aleluya tiene un carácter marcadamente pascual por lo que está especialmente indicada para los domingos y días festivos. Es la aclamación pascual por excelencia, la que oímos resonar con fuerza la Noche de Pascua: «El sacerdote, terminada la epístola, entona por tres veces el Aleluya elevando gradualmente la voz y repitiéndolo la asamblea.» (Caeremoniale Episcoporum 352). Una vez entonado el Aleluya en tan solemne noche, ya no se volverá a omitir durante todo el tiempo pascual. Su canto será uno de los distintivos de este tiempo litúrgico.

 

El Aleluya se canta en todos los tiempos litúrgicos, excepto en el tiempo de Cuaresma, en el que, en lugar del Aleluya se canta el verso que presenta el Leccionario antes del Evangelio, llamado tracto o aclamación.Al ser una aclamación jubilosa su forma normal es el canto. El Aleluya debe ser cantado por toda la asamblea, no sólo por el cantor o coro que lo empieza. No es una letra que se canta, una “lectura cantada”, como el salmo responsorial, sino una música con algo de letra, un canto aclamativo en el que lo más importante es el hecho mismo del canto jubiloso. Por eso, al contrario que el salmo responsorial que “se canta o se recita”, el Aleluya «si no se canta puede omitirse» (OGMR 39). Si no se canta pierde todo su sentido de aclamación.-

 

La función ministerial del Aleluya es acompañar la procesión del evangeliario por lo que en cierto modo es también un canto procesional. Existe el movimiento procesional desde que el diácono pide la bendición y se dirige al ambón para proclamar el Evangelio. Pero no es esa su única función ya que no siempre hay procesión. «El Aleluya o, según el tiempo litúrgico, el versículo antes del Evangelio, tienen por sí mismos el valor de rito o de acto.» (Introducción al Leccionario 23). Eso significa que tiene entidad propia y que no es la conclusión de la segunda lectura sino que inicia la proclamación del Evangelio. La asamblea se pone de pie para cantarlo.

 

La estructura de este canto es sencilla: aclamación-Aleluya, versículo y aclamación-Aleluya. Normalmente el Aleluya es triple ya que, una vez proclamado el Evangelio se puede repetir la aclamación como respuesta y agradecimiento al Señor que nos ha hablado con su Palabra.